Sí, sí. Estás leyendo bien. Marc Prensky, el hombre que acuñó en 2001 el término nativos digitales, abrió una pregunta que rompió la baraja: ¿Y si la escuela no fuera necesaria? La pregunta ha sobrevolado nuestras cabezas desde la feria EdTech Congress Barcelona, en una sala repleta de profesores y directores de centros; de empresas de tecnología y educación, y de miembros del Departament d’Educació.
Empoderamiento y humanos evolucionados
Sigámosle el juego: sin centros educativos, ¿qué nos espera al otro lado? Prensky propone lo que él llama Empowerment Hubs, es decir, centros donde los jóvenes aprovechan su relación simbiótica con la tecnología para trabajar en proyectos que tienen un impacto medible en su entorno.
Según Prensky, la educación ya no va de meter cosas en la cabeza de los niños, sino de encontrar la manera de sacar todo lo que ya tienen dentro. Esto implica un cambio en la balanza del poder: el mundo adulto pierde influencia y control sobre los pensamientos y las acciones de los jóvenes, y así, según Prensky, los jóvenes se empoderan. De esta manera, aprenden, no a aprender, sino a lograr. El fin ya no son los contenidos, sino el empoderamiento, definido como self direction plus accomplishment with impact. Y los adultos, a callar.
Dice Prensky que la humanidad del s. XXI se enfrenta a problemas nuevos que requieren no solo nuevas soluciones, sino nuevos paradigmas. Y el nuevo paradigma parte de la relación entre los jóvenes y la tecnología. No son relojes inteligentes. No son teléfonos móviles. Son apéndices de sus cuerpos que los convierten en humanos evolucionados, poderosos, con nuevas capacidades que les empoderan para hacer el bien. En potencia también para hacer el mal, claro. Pero así es el mundo.
Aprender con y de los niños
Y cuando alguien del público le pregunta a Prensky cómo harán los jóvenes para usar la tecnología para el bien, y no el mal, se sale por la tangente. Que ya lo descubrirán, insinúa. Que ese dilema forma parte del mundo, y que la solución poco menos que vendrá sola.
Bueno, nosotros creemos que sola, sola, no vendrá: el adulto, la comunidad, guía a los niños en lo que significa hacer el bien y hacer el mal. Pero ojo, porque los adultos somos los primeros que hacemos un uso descerebrado y mezquino de la tecnología. En eso, la verdad es que somos una brújula desnortada, pero aquí estamos, dispuestos a aprender con y de los niños. Profesores y alumnos, familias y niños, estamos condenados a colaborar y a descifrar juntos los intríngulis del nuevo paradigma. Teachers, leave the kids alone, pero no tanto.