Maria Antònia Canals decía que es prácticamente imposible decir en qué momento los niños entran en el mundo de los números. Sin embargo, hoy sabemos que los bebés nacen con una capacidad incipiente para reconocer y estimar ciertas cantidades «a ojo», es decir, sin necesidad de contar. Esto se sabe gracias a la investigación que se ha realizado con bebés (Antell y Keating; Starkey y Cooper). Este reconocimiento y estimación es muy efectivo con las primeras cantidades, especialmente con uno y dos objetos, pero, a medida que las cantidades aumentan, esta competencia va desapareciendo. No obstante, este hecho nos indica que ya estamos preparados biológicamente para centrar la atención en aspectos cuantitativos de la realidad. Sabemos también que el proceso necesario para la construcción de este contenido —del concepto de número— requiere muchas experiencias y mucho tiempo, según Dickson, Brown y Gibson, alrededor de cinco años: de los dos a los siete.
Así pues, las primeras experiencias de cantidad tienen relación con el propio cuerpo. Yo soy uno, y tengo una cabeza, una barriga, pero también tengo dos ojos, dos manos, dos piernas, etc. Por lo tanto, el uno y el dos se van construyendo de manera intuitiva a partir de los propios niños, de manera que, al llegar a la escuela —a los dos o tres años—, la mayoría pueden reconocer y diferenciar estas dos cantidades. Por lo tanto, los niños empiezan a objetivar las cosas en ellas mismas, fuera de su cuerpo, y a establecer relaciones entre ellas. Así pues, tiene que pasar un tiempo bastante largo —a menudo cerca de un año— hasta que llegan a adquirir la noción del tres, es decir, de lo que son tres cosas; lo cual es normal porque este y los siguientes números son completamente exteriores a ellos (Canals).
También sabemos que, a estas edades —dos, tres, cuatro, cinco años—, el principal canal de entrada de conocimiento es el perceptivo (Piaget e Inhelder). De forma natural, el niño se centra antes en las cualidades de los objetos que en las cantidades. Cualidades como los colores, las formas, los tamaños… Esto tiene sentido cuando a partir de un conjunto de objetos discriminan o separan a los que son rojos de los que no lo son, o se centran en una cualidad concreta que aparece, o no aparece, en cada objeto. En cambio, para centrarse en la cantidad es necesario que establezcan una relación entre todos los objetos de la colección que se considera. Si hago el conjunto de rojos, cada objeto es rojo. Si hago un conjunto de cuatro piezas, la característica en la que me focalizo no está presente en cada objeto. Para concluir que hay cuatro piezas es necesario establecer una relación mental entre todos estos objetos (Kamii) y esto requiere una abstracción reflexiva, más compleja que la abstracción perceptiva.
Por lo tanto, revisemos qué pasa desde el nacimiento hasta el primer año de colegio (I3). Nacemos con determinadas capacidades biológicas para centrar la atención en la cantidad. La experiencia y la discriminación de las cantidades uno y dos se van creando a partir de uno mismo. Pero en estas edades el niño está inmerso en un período perceptivo; el principal canal de entrada de conocimiento es a partir de los sentidos: vista, tacto, oído, olfato, gusto. El reconocimiento de las cantidades tres, cuatro y los números sucesivos requiere una abstracción reflexiva distinta a la que se usa cuando se reconocen cualidades perceptivas, puesto que el número —la cantidad— no es una propiedad de cada objeto sino de los grupos de objetos.
Por todo esto, en la escuela los acompañamos a focalizar la atención en los aspectos cuantitativos, siempre que podamos, en 1) situaciones reales, pero también crearemos 2) situaciones didácticas, en las que, a partir de algún recurso lúdico, literario, motriz, musical, etc., se cree un contexto en el que reconocer, crear, discutir y representar las nuevas cantidades que vamos conociendo. También crearemos 3) pequeñas tareas bastante autónomas para que hagan suyos los signos y palabras que identifican y ordenan los números, a la vez que se va consolidando la noción de las cantidades que están construyendo. Es decir, en la escuela los acompañamos a usar, además de la percepción, la razón y el conocimiento social, para conocer y construir los primeros números.
¿Qué podemos hacer en la escuela para acompañar este aprendizaje?
1. En primer lugar, crear situaciones en las que tenga sentido focalizarse en el aspecto cuantitativo —en el número de elementos de una colección—, pero de entrada todavía sin utilizar las palabras que designan los números, es decir, no hablaremos de si hay dos, cinco u ocho, sino que utilizaremos los cuantificadores, estas palabras o expresiones que hacen referencia a cantidades no concretas, como por ejemplo: muchos, pocos, todos, ninguno, algunos, uno para cada uno, más que, menos que, tantos como, sobran, faltan…
Las situaciones en las que podamos aplicar estos términos aparecen muy a menudo en el día a día. Por ejemplo: ¿Hay una pieza para cada uno de los de vuestra mesa? ¿Hay sillas suficientes para todos los alumnos? ¿Hay más alumnos en este rincón o en ese otro? Fijémonos en que gran parte de estas situaciones se resuelven haciendo correspondencias entre los objetos de un grupo con los objetos del otro, pero acaban comparándose los dos grupos entre ellos y llegando a conclusiones cuantitativas relevantes, como: ¿Hay una pieza para cada uno de los de vuestra mesa? «No hay una pieza para cada alumno. Hay más niños y niñas que piezas. Faltan piezas para que haya tantas como…». Por lo tanto, aprovechar las ocasiones en las que tiene sentido centrar la atención en las cantidades empleando los cuantificadores es un muy buen recurso inicial.
¿Hay más aros, más personas o igual? ¿Hay un aro para cada uno? ¿Qué ha ocurrido? ¿Sobran aros? ¿Faltan?
Más adelante, cuando hayan descubierto la funcionalidad del recuento, ya podrán resolver las mismas situaciones contando y comparando, pero, como decía Kamii, el hecho de contar no se puede imponer, se tiene que acompañar su descubrimiento como una herramienta adecuada para resolver una situación real; es necesario dejarlos escoger el recurso que quieran para comparar colecciones y no forzar el recuento cuando todavía no están preparados. Una cosa es saber contar mecánicamente. Y la otra es escoger hacerlo cuando quiero responder a una pregunta.
En este primer bloque también son relevantes todas las propuestas de momentos cotidianos: calendario, ¿cuántos niños faltan hoy?, el tiempo atmosférico, ¿qué hacemos hoy?… Aunque a esta edad nos focalizamos más en el uso y significado de estas herramientas culturales (Rogoff), y no tanto en la capacidad de resolver la situación numérica de forma autónoma (esto ya vendrá más adelante).
2. A estas edades, y durante todo el segundo ciclo de infantil, aprovecharemos cuentos, canciones, danzas y otros recursos del folclore popular o de autor en los que aparezcan los primeros números y cantidades para reconocerlos, explorarlos y hacerlos nuestros.
Por ejemplo: la canción de los elefantes, el cuento de Ricitos de oro y los tres osos o la danza de los 4 Crics. Estos contextos ofrecen a los alumnos la posibilidad de convertirse en elefantes, osos o Crics y agrupar con cantidades concretas —ya sea con los propios niños o con piezas móviles que simulen ser los personajes—, e incluso iniciarse en la representación de lo vivido, en la que a menudo empiezan a aparecer las cantidades trabajadas.
Nos agrupan de cuatro en cuatro para bailar la danza. Nos situamos y nos movemos de dos en dos, tanto cuando bailamos como cuando lo representamos con materiales. Por último, lo representamos gráficamente en la página en blanco.
3. Paralelamente a estos dos grandes bloques de recursos que se focalizan en la construcción del concepto de número por parte de cada alumno, también iremos introduciendo aquellos saberes culturales que nuestra sociedad ha escogido para nombrarlos y representarlos, es decir: las palabras y los signos que identifican cada número.
Así pues, tendremos juegos con cartas en las que aparecen cifras, cantaremos canciones en las que recitamos la serie numérica más allá del número que estamos construyendo, nos moveremos por una escalera de números ordenados, empezaremos a reproducir los signos numéricos que estamos aprendiendo (grafismo), construiremos cantidades a partir de la cifra dada, etc. En este apartado también incluiremos algunos juegos breves, como, por ejemplo, jugar a hacer paquetes u otros juegos con los dedos de las manos.
Pinzamos tantas pinzas como nos diga cada número. Llenamos el camino para llegar a la casita del Cric poniendo tantas piezas como el número que ha salido en el dado.
Jugamos al Memory emparejando las cartas que se refieren al mismo número. Emparejamos cifra y cantidad; o la misma cantidad representada de formas diferentes, o el mismo signo dos veces, etc.
Si hacemos una mirada general a todas estas propuestas, veremos que, ya sea a partir de situaciones del día a día o de recursos lúdicos o con propuestas más autónomas, lo que proponemos es que los alumnos realicen una gran cantidad de actividad manipulativa sobre los objetos. Actividades que parten de algún reto o interrogante y que requieren que el alumno lleve a cabo una actividad física y una cognitiva simultáneamente. Sabemos (Piaget) que a partir de la interiorización de la acción se va estructurando el pensamiento, y en este caso se van construyendo los primeros números.
Mequè Edo
Referencias
Antell, S. E., Keating, D. P. (1983). Perception of numerical invariance in neonates. Child Development, 54(3), 695–701.
Canals, M. A. (1989). Per una didàctica de la matemàtica a l’escola, I. Parvulari. Eumo editorial.
Dickson, L., Brown, M., Gibson, O. (1991). El aprendizaje de las matemáticas. Labor.
Kamii, C. (1984). El número en la educación preescolar. Visor
Piaget, J., Inhelder, B. (1977). Psicología del niño. Ediciones Morata
Piaget, J. (1972). Ou va l’education? Denoël.
Rogoff, B. (1993). Aprendices del pensamiento. El desarrollo cognitivo en el contexto social. Paidós.
Starkey, P., Cooper, RG. Jr. (1980). Perception of numbers by human infants. Science, 210(4473), 1033-1035.